Epistola Navideña del Metropolitano NICOLÁS, Primado de la Iglesia Rusa en el Extranjero

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Eminentes Hermanos Arquipastores, Reverendos Padres,

Amados hermanos y hermanas en el Señor,

¡SALUDOS CON LA NATIVIDAD DE CRISTO!

En estos días de gran alegría, los pensamientos de los arquipastores, párrocos, monásticos, feligreses y fieles de las iglesias y monasterios de nuestras diócesis, esparcidos como el trigo de Dios sobre la vasta tierra, se encuentran en la mansa cueva de Belén, en la penumbra de la cual se encendió la luz inextinguible del mundo, ¡nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios! Reunido noéticamente con todos vosotros en la modesta cueva cercana a Belén, y arrodillándome ante el pobre pesebre del Divino Niño y de su Purísima Madre, uno mis oraciones a las vuestras e imploro a Dios Verbo Encarnado que conceda a Su Iglesia misericordias llenas de gracia y bendito éxito en su ministerio, y a todos los pueblos ortodoxos la pronta liberación de la guerra fratricida y la restauración de la justicia y la paz, ¡aquella paz que el coro angélico cantó sobre la ciudad de David en la noche santa de la Natividad!

Como narra el libro bíblico, “Eclesiástico”: “El temor del Señor es corona de sabiduría, que hace florecer la paz y la perfecta salud, ambas cosas que son dones de Dios: y aumenta el gozo de los que Le aman” (Eclesiástico 1:18). Es el temor de Dios, es decir, sentir la presencia divina en nuestras vidas y caminar con reverencia ante Dios, temiendo entristecerlo a través del pecado, lo que conduce a la paz; porque «el temor del Señor», como escribe este sabio del Antiguo Testamento, «es honra y gloria y alegría y corona de regocijo. El temor del Señor alegra el corazón y da gozo y alegría y larga vida» (Eclesiástico 1:11-12). Otros tipos de temor dan lugar a todo tipo de dolencias, odio, enemistad, divisiones y mala voluntad, pero el temor de Dios promete salud, alegría y longevidad. Por eso es tan importante para nosotros esforzarnos en nuestra vida espiritual, recordar a Dios, Su presencia entre nosotros y Su participación en nuestras vidas. Debemos dejar de descuidar nuestros deberes cristianos y eclesiales, y volver a las raíces de nuestra fe y esperanza en Dios, quien siempre, como se puede ver en nuestra historia, nos ha ayudado a adquirir esta paz. “Hagamos bellas nuestras almas y seremos amables los unos con los otros”, escribe el Santo Jerarca Juan Crisóstomo.

Celebrando estos días santos en los que el Señor se reveló al mundo y sintiendo Su aliento en la tierra, recordemos a los enfermos, a los solitarios y a los pobres, a los refugiados y a las personas desplazadas, nuestros hermanos y hermanas perseguidos y sufrientes en la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Recordemos la necesidad de orar siempre sinceramente por ellos y sacrificarnos para ayudarlos con lo mejor de nuestra fuerza y habilidad. Con una celebración moderada, no nos olvidemos de detenernos a escuchar con el corazón y comprender con la mente que estamos viviendo un tiempo de visitación del Señor. Nos visita no sólo en nuestro presente gozo, sino también en las pruebas que nos rodean. ¡Y bienaventurado el que encuentra y pasa estos días festivos plenamente armado de virtudes cristianas y de vigor espiritual!

Entrando en el Año Nuevo, estoy muy feliz de anunciar la celebración este año del aniversario septuagésimo quinto del Seminario Teológico de la Santísima Trinidad, fundado en el monasterio del mismo nombre en Jordanville (Nueva York, EE. UU.) por el conocido líder de la Hermandad de imprenta de Pochaev, Arzobispo Vitaly (Maximenko; 1873-1960). En este sentido, insto a todos a aprovechar la oportunidad una vez más para interesarse en la historia única de la Iglesia Rusa en el Extranjero y reflexionarse sobre los grandes personajes que ayudaron en la fundación de este seminario, en la educación y crianza de generaciones de excelentes pastores, que desempeñaron dignamente la obra de Dios en las difíciles condiciones de la diáspora. Es gratificante ahora ver a profesores serios y concienzudos, numerosos estudiantes y jóvenes clérigos, graduados del seminario, junto a sus hermanos mayores, alimentando el rebaño de Cristo. ¡Por todo esto, demos gracias a Cristo, el Príncipe de los Pastores, que nos da Su bendición! ¡Recordamos con gratitud a todos aquellos que han trabajado en la mejora y el establecimiento de nuestra escuela espiritual! ¡Deseamos a los profesores y alumnos presentes mucho éxito para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia!

Una vez más, felicitando a todos por la fiesta de la Natividad de Cristo, deseo en oración a todos buena salud, fortaleza de espíritu y la ayuda de Dios, para que los rayos de esta brillante celebración iluminen los primeros días del Año Nuevo de 2023 y calentar nuestros corazones.

Con amor en Cristo,

+NICOLÁS

Metropolitano de Nortemérica del Este y Nueva York

Primado de la Iglesia Rusa en el Extranjero

Natividad de Cristo 2022/2023

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