Aniversario por ochocientos años del nacimiento de San Alejandro Nevsky


«¡Dios no está en la fuerza, sino en la verdad!»

Según el calendario de la Iglesia Ortodoxa, el santo noble Gran Príncipe Alejandro Nevsky nació hace ochocientos años, el 30 de mayo de 1220 (Segun otras fuentes el 13 de mayo de 1221), en la ciudad de Pereslavl – Zalessky. Al morir, el Metropolitano Kirill anunció estas palabras: “Saben, hijos míos, que el sol de la tierra de Suzdal ya se ha ocultado. No habrá más un príncipe así en la tierra rusa «.

Los príncipes y zares rusos no se dedicaron a la demagogia (y no la necesitaban), sino que sirvieron a Rusia. Por lo tanto, en el santuario del Santo Beato Gran Príncipe Alejandro, sus méritos se enumeran muy brevemente: "Cumplió cuidadosamente su ministerio".

El príncipe Alejandro Nevsky era hijo del príncipe de Pereyaslavl, de la familia del Rurik y descendiente directo de los grandes príncipes rusos Vladimiro Monomakh, Yaroslav el Sabio y San Vladimiro. Su hijo menor, el Gran Príncipe Daniel Alexandrovich, fue el primer duke de Moscú.

Cada país de importancia histórica se diferencia de otros países no solo en su territorio, clima, población y su propio gobierno soberano, sino también en sus características espirituales, ideológicas, culturales y cotidianas distintivas. Aquí es donde reside el verdadero «pluralismo», en el buen sentido de la palabra.
Y la democracia misma, cuya decadencia en todos los sentidos hoy encubre muchos vicios, es absolutamente impensable sin una oportunidad real para que todos los países elijan libremente su propio perfil histórico e ideológico.
Este perfil histórico está formulado en todos los países principalmente por sus eminentes líderes históricos. Uno de los principales signos de tal «liderazgo» es el acuerdo conciliar indudable, evidente y prácticamente unánime de varias generaciones de un pueblo dado en el reconocimiento incondicional de ciertos grandes personajes como tales exponentes de la voluntad histórica del pueblo. Usando terminología moderna, podemos decir que tal acuerdo conciliar es la forma más alta de «consenso», un consenso estable que va más allá del alcance de las declaraciones momentáneas durante las encuestas demográficas, un consenso que se extiende a muchas generaciones de personas. Esto significa que esto no es un partido, sino un consenso nacional. Por ejemplo, nadie en Estados Unidos duda del liderazgo de Washington, Jefferson, Madison y Lincoln. Sus declaraciones y definiciones son una parte importante de la cosmovisión de este país.
La cosmovisión nacional y estatal de Rusia también fue formulada y determinada, durante más de mil años, por sus grandes personas y líderes: San Vladimir, Yaroslav el Sabio, Vladimir Monomakh, San Alejandro Nevsky, San Demetrius Donskoy, San Sergio de Radonezh. Ya en la era moderna, esta lista de nuestros líderes nacionales históricos se puede complementar con nombres como Generalísimo Príncipe A.V. Suvorov, San Theodore Ushakov, Almirante Nakhimov, Gran Príncipe Konstantin Konstantinovich, etc. Tampoco debemos olvidar a nuestras numerosas grandes figuras de la cultura y la ciencia rusas, que han enriquecido inmensamente a la civilización mundial con su creatividad. Es muy significativo que todos trabajaran dentro del marco general de nuestra gran cultura rusa, de acuerdo con nuestra cosmovisión rusa.

Los méritos históricos del San Príncipe Alejandro

San Alejandro Nevsky ocupa una posición clave en la historia de Rusia y en la cosmovisión rusa. Cronológicamente, su vida transcurrió en la unión de dos grandes períodos de la historia rusa, cuando se terminó su gloriosa era de Novgorod-Kiev, que duró exactamente cuatro siglos (desde la fundación del Estado ruso en Novgorod en 862 hasta la muerte del Santo Alejandro Nevsky, en 1263). Fue a través de su hijo Daniel, el primer Príncipe de Moscú, que comenzó la rama de los soberanos rusos, que nuevamente reunió a toda Rusia, luego de su entonces primer desmembramiento.


Bajo San Alejandro Nevsky, nuestra identidad estuvo expuesta simultáneamente a dos peligros mortales, del Este y del Oeste. Fue entonces, cuando comenzó para nosotros la misma modernidad geopolítica, que sigue amenazándonos hasta el día de hoy. Es decir, la política exitosa de este gran estadista es para nosotros en la actualidad tambien nuestro rumbo. Especialmente esto se refiere a su rechazo categórico a nuestro suicidio espiritual frente a Occidente, con la esperanza equivocada de asegurarse una mejor posición para nosotros en la perspectiva global. Al mismo tiempo, no se puede dejar de notar la sabia, pero poco conocida, reacción del San Alejandro Nevsky a otro peligro de esa época, desde el Este. Era el peligro del suicidio físico.
Alejandro Nevsky no solo fue un comandante talentoso que, a la edad de veinte años, logró una brillante victoria sobre caballeros de Europa occidental experimentados y maduros, sino también un político y diplomático con visión del futuro. Él personalmente jugó papel importante en el logró de la autonomía de la Horda Dorada, que entonces esclavizó a Rusia, desde su centro mongol del imperio tártaro. Con el tiempo, la Horda de Oro, que ya se había convertido en un estado turco (principalmente polovtsiano), pero con una dinastía de origen mongol, se desintegró en varios kanatos turcos autónomos (conservando el nombre mongol «tártaros»), que luego gradualmente se convirtieron en parte del Imperio de toda Rusia.

Además, San Alejandro Nevsky dejó a Rusia para siempre su testamento espiritual y político, compuesto principalmente por dos testamentos que fueron fundamentales para ella desde los inicios del Estado ruso: la preservación de su identidad y su verdad por parte de Rusia.

La idea de la verdad rusa


La idea de la verdad rusa ha estado invariablemente presente en el Estado ruso desde su fundación. Hoy, en el idioma ruso, el concepto de «verdad» a menudo se equipara con el concepto de «justicia«. Sin embargo, este concepto de verdad, a su vez, está estrechamente relacionado con los conceptos de derecho y ley. Por ejemplo, el término griego «dikaiosyne«, correspondiente al latín «justitia«, se traduce como «verdad» en el cuarto mandamiento evangélico de la bienaventuranza. (Esta palabra aparece más de ochenta veces en el Nuevo Testamento).
Por lo tanto, la «verdad rusa» es más probable «ley rusa» que «verdad rusa», que se confirma con el título del primer Código de Leyes de Rusia, redactado por el Gran Príncipe de Kiev Yaroslav el Sabio en el siglo XI.

Cronológicamente, la primera mención del derecho en nuestra historia se encuentra en la descripción de la propia institución de nuestro Estado. La crónica marca la primera decisión soberana de nuestro pueblo bajo el año 862: «Decidid en nosotros mismos: buscaremos un príncipe, que nos domine y juzgue por derecho«.

"Gobernar por derecho" es la principal ideología del estado tradicional ruso. El célebre politólogo argentino García Venturini llama la atención sobre las palabras de San Alejandro Nevsky en la Veche (Concilio), cuando los novgorodianos le gritaron "Príncipe, te amamos". Entonces les respondió: "No he venido a ustedes para que me amen, sino para que yo los gobierne".

Al mismo tiempo, los vikingos vecinos afirmaron: «No reconocemos ningún otro derecho que el derecho de la espada, no tenemos otro objetivo sino que matar enemigos y saquear». El primer obispo ruso de Novgorod, Lucas, les respondió: «Tened amor por cada persona … Amad la verdad y por la verdad, por la ley de Dios, estad preparados para morir».

A su vez, las palabras latinas veritas, verus y la palabra alemana Wahrheit que denota «verdad» están etimológicamente relacionadas con la palabra rusa «fe«, lo que indica una estrecha conexión semántica entre estos conceptos.

En las ideologías de la civilización moderna predomina el relativismo, es decir, la negación de criterios objetivos de verdad. En el llamado «mundo occidental» tal relativismo se predica abiertamente, hasta programas pseudocientíficos ampliamente distribuidos en todo el mundo en la televisión, cuya conclusión es la afirmación de que «no hay verdad» en la forma de su respuesta tardía a la pregunta de Pilato «¿qué es la verdad?»

Si tomamos en cuenta que en el Antiguo Testamento y en el entendimiento cristiano, la ley finalmente se remonta a la Ley dada por Dios, entonces en ambos conceptos de "verdad" y "ley" encontramos una base objetiva e incluso absoluta. 

La naturaleza absoluta de la verdad se confirma en el idioma ruso en el campo de la música con la expresión «no mientas«, en el sentido: «tocaste la nota equivocada«. En este caso, solo hay una verdad, ya que en la música la nota correcta puede definirse y expresarse con precisión por el número exacto de vibraciones sonoras. Por tanto, la «nota correcta» es una, absoluta, es decir, no relativa. Solo las desviaciones de esta cierta frecuencia (es decir, «mentiras») pueden ser múltiples (pluralistas) y relativas a ella.


Por lo tanto, el conocido y popular dicho de San Alejandro Nevsky «¡Dios no está en la fuerza, sino en la verdad!» no sólo tiene un significado político, sino también historiosófico y filosófico mucho más profundo.

Príncipe Alejandro Nevsky. Pintura de Vladimir Meñshin

El pueblo ruso siempre ha reconocido la necesidad vital de la verdad y la ley. Esta conciencia corre como un hilo a travéz de nuestra historia y conecta al gobierno legítimo con el pueblo. La ausencia de este nuestro más alto principio entre los usurpadores, impostores y ladrones siempre ha expuesto su poder como ilegítimo.

El portador legítimo del Poder Supremo en Rusia debe ser el que evita la anarquía, «arregla las palabras en la corte, guarda la verdad para siempre, creando juicio y verdad en el medio ambiente de la tierra», como dice el metropolitano Nikifor en su mensaje a Vladimiro Monomakh (el tátara abuelo del Gran Príncipe Alejandro Nevsky). El cronista dice sobre Vladimiro Monomakh: «Era misericordioso, más que medida, recordando la palabra del Señor». En su Testamento señala a sus hijos guerreros: “No tengan celos de los malhechores, no envidien a los que hacen maldad, porque los que hacen el mal serán destruidos, pero los que confían en el Señor heredarán la tierra… Pero sobre todo, no se olviden de los pobres, pero hasta donde puedan, alimentan y den al huérfano y a la viuda justisia, y no dejen que el fuerte destruya a una persona … No maten tampoco al inocente o el criminal, no den orden de matar; aunque será digno de muerte, no destruyan ningún alma cristiana «.

La legitimidad del poder se justifica, en primer lugar, por su origen no usurpatorio (es decir, no revolucionario) y, en segundo lugar, por su total sumisión a aquellas metas que todo el pueblo ruso considera conciliarmente como las más altas para sí mismo. Todo esto fue resumido por San Alejandro Nevsky en las palabras: «¡Dios no está en el fuerza, sino en la verdad!»

El lema del Santo Príncipe en los tiempos modernos

Hoy día este lema adquiere otra proyección aún más importante, hasta ahora poco notada. Después de todo, hoy, como entonces, como siempre, es una auténtica alternativa en relación con otro lema antes mencionado, expresado en las palabras: «¡No reconocemos ningún otro derecho que el derecho de la espada!»

San Alejandro Nevsky. Pintura de M. Nesterov


Según el lema del San Príncipe Alejandro, solo la ley y la verdad son una verdadera alternativa a la espada. Más bien, la espada generalmente solo está permitida y justificada si sirve como instrumento de la ley. Hoy en día, el mundo entero está necesitado de tal alternativa de ley y verdad. El mundo no tiene otra opción, especialmente después del vergonzoso fracaso de todas las ideologías cosmopolitas que intentaron sustituir con sus mitos los principios morales fundamentales de la humanidad, incluyendo los derechos.
El mundo entero sabe hoy, a veces implícitamente, y a menudo conscientemente, que solo Rusia, si vuelve a su propio camino correcto, puede ser un catalizador global para tal alternativa de la verdad, la ley y la justicia. Como dicen en español hoy en América Latina: “en verdad y justicia”.

«Andad como hijos de la luz: hay más fruto espiritual en toda bondad, justicia y verdad». (Efesios 5: 8-9).

«Y conocerás la verdad, y la verdad te hará libre». (Juan, 8, 32).

Fuentes: «Cartas de cadetes» №. 94 y 124 por Igor Andrushkevich+ Buenos Aires

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