«Tercer Salvador» o el primer ícono de Cristo

El 29 de Agosto, el día siguiente después de la Dormición de la Madre de Dios, celebramos la fiesta del Traslado de Edesa a Constantinópola de la imagen “no hecha por mano humana” de nuestro Señor Jesucristo (944). En la tradición ortodoxa rusa popular ese día se llama el «Tercer Salvador» (Tercera “Fiesta del Salvador” en Agosto. Las primeras dos son: el 14 de Agosto y la Transfigurasión el 19). En la tradición griega ese ícono se llama Mandylion.

Ícono del siglo X, que representa a
Abgaro V con el Mandylion.


Según la leyenda, recogida a comienzos del siglo IV por Eusebio de Cesarea,​ el rey Abgaro V de Edesa escribió a Jesús, pidiéndole que viniera a curarle de una enfermedad. Eusebio decía haber traducido y transcrito la carta original que se encontraba entre los documentos de la cancillería siria del rey de Edesa. En el documento de Eusebio, Jesús responde por carta, diciendo que cuando complete su misión terrenal y ascienda a los cielos, enviará a un discípulo para sanar a Abgar (y así habría hecho). Por tanto, no se menciona ninguna imagen a Jesús, por lo que esto sería una adición posterior a la historia. No obstante, la leyenda insiste en que la respuesta fue enviar directamente al apóstol Tadeo a Edesa portando una tela que llevaba impresa los rasgos faciales de Jesús, por cuya virtud el rey sanó milagrosamente. (No obstante, este no es Judas Tadeo, sino Tadeo de Edesa, uno de los setenta discípulos mencionados en Lucas 10:1-24).

Como Jesús estaba aún vivo por entonces, esta imagen no sería la misma que la de otras reliquias similares, las vera icon («verdaderas imágenes»): el Paño de la Verónica o la Sábana Santa de Turín.

La historia está repetida ampliamente por fuentes sirias, «con tan múltiples desarrollos que es difícil creer que toda pudiera deberse a los pobres esfuerzos de Eusebio». Así que la imagen se hizo muy famosa ya en el siglo I.

Podemos decir, que el original de la imagen “no hecha por mano humana” fue de hecho el primer ícono de nuestro Salvador Jesucristo en la Tierra.

El hombre siempre ha querido contemplar el rostro de Dios. Jesús nos dijo: «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Jn 14, 9) y, en consecuencia, la contemplación del rostro de Cristo es la contemplación de Dios. El rostro del Señor es, de alguna manera, un medio para conocer mejor a la persona de Cristo. Sin embargo, no es sorprendente que las características del rostro de Cristo hayan animado a los cristianos de los primeros siglos a conocerlo y amarlo cada vez más. Desde entonces, la tradición del ícono se establece en el arte cristiano.

En julio del año 2000 en Buenos Aires, en el Centro Cultural Recoleta fue organizada una gran exposición de íconos traídos de Rusia. En su inauguración, el parroquiano honorable de nuestra diócesis, hiatoriador y publicista Igor Andruskiewitsch se refirió al ícono ruso, en una conferencia sobre el ícono ruso cuyo texto abreviado publicamos acá.

Los íconos: su origen y significado


Los íconos no son únicamente objetos de arte o de comercio. Primordialmente, son objetos de índole religiosa. Son objetos «sui generis», o sea objetos de un género propio, que simbolizan en forma integral y de una manera perfecta toda una cultura.
¿Qué es una cultura? Es una forma superior de vida humana. El gran historiador helenista del siglo XX Arnold Toynbee habla de 20 «Grandes sociedades», civilizaciones o culturas. Una de ellas – la Civilización Cristiana Oriental o Civilización Bizantino-Rusa u Ortodoxa – produjo y sigue produciendo íconos, uno de sus fenómenos más representativos.

Toda civilización es análoga a un fruto o – mejor aún – a un huevo. La cáscara son sus instituciones políticas y económicas, la clara son sus artes, ciencias y técnicas, y la yema son sus creencias, principios y sentimientos. La galladura, dentro de la yema, es siempre una creencia religiosa.

El ícono pertenece a todas esas capas de la civilización, porque es un objeto que indudablemente posee un valor económico, y también es un producto del arte y de la técnica, pero ante todo es un símbolo religioso. En definitiva, es un símbolo integral de una de las 20 culturas que tuvo la humanidad en toda su historia, o sea de la cultura ortodoxa. El ícono nació prácticamente en forma conjunta y simultánea con la Civilización Cristiana, que es una síntesis greco-romana y cristiana (proveniente del judaísmo). Por lo tanto, las fuentes, desde las cuales se desarrollaron los íconos son múltiples.

Ícono es una palabra griega, que significa imagen. Los antecedentes técnicos de los íconos son: retratos y estatuas pintadas en Grecia; retratos romanos (por ejemplo: el famoso retrato de Paquius Proculus, magistrado de Pompeya); máscaras de cera pintada de los difuntos; frescos en las paredes; retratos funerarios de Fayum (Egipto); retratos sobre madera de muertos en Egipto; retratos de obispos y monjes venerados en los primeros monasterios en Egipto. En Israel no había imágenes, pero existían los querubines sobre el Arca de la Alianza y la figura de la serpiente en el báculo de Moisés.

La Santa Verónica con el Santo Lienzo

Primeras imágenes cristianas: La imagen de Cristo sobre un lienzo (la Verónica); el sudario de Edessa; las imágenes pintadas por San Lucas; pinturas simbólicas en las catacumbas: la Cruz, la X griega, el delfín, la nave.

M. Rostovzeff en 1932 descubre en Dura Europus, en el Eufrates, ruinas de iglesias cristianas que datan del año 232, cuyas paredes interiores están cubiertas con frescos con escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento (El buen pastor entre sus corderos). También halló una sinagoga con frescos. En la basílica de San Pedro entre 130 – 200 hubo una imagen de Christos Helios (Cristo Sol). En el cementerio Calixti, del papa Ceferino (199 – 217), hay paredes y techos con imágenes (Daniel entre los leones, Noé en el Arca, Jonas, la resurrección de Lázaro).

La base del ícono es la Encarnación. «Hacemos íconos de los que eran hombres y siervos de Dios y llevaban carne. Si hacemos los íconos de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, lo representamos de la misma manera como se lo veía en la tierra y estando entre la gente». (San Juan de Thesalonika). (De allí, las dificultades de representar a la Santísima Trinidad, superadas por Andrei Rublev con su famoso ícono de la Santísima Trinidad, en el cual están representados los Tres Ángeles del Antiguo Testamento).

El Papa San Gregorio Magno escribió ya en el año 598 al obispo Sereno de Marsella, que las imágenes son como libros sagrados. Por ello se dice, que los íconos no se pintan, sino que se escriben.

El califa de Palestina Jesido II decreta en 723 la prohibición de imágenes en todos los templos en su jurisdicción. León III en Bizancio entre 726-729 lo sigue. En 754 se reúne un seudo-concilio iconoclasta. Así empieza el período iconoclasta en Oriente. Este período iconoclasta dura más de un siglo, pero es ampliamente resistido. Una vez superada dicha herejía, el VII Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla en 787, define el significado de los íconos de la siguiente manera:

La restauración de la Iconodulia en el VII Concilio Ecumenico


«Guardamos sin innovaciones todas las tradiciones de la Iglesia. Una de ellas es la representación por medio de la pintura de íconos… Por lo tanto definimos: De manera análoga a la representación de la santa y vivificante Cruz, exponer en las Iglesias, sobre los copones y las vestiduras, sobre las paredes y maderas, en las casas y en los caminos, los santos y venerables íconos, escritos mediante pinturas o hechos de mosaicos y de otros materiales adecuados… para honrarlos mediante besos y respetuosa veneración (“proskinosin”), pero no mediante adoración (“latrian”), que según nuestra fe corresponde únicamente a la Naturaleza Divina… Porque la honra que se otorga a la imagen asciende al prototipo (arquetipo), y el que venera a un ícono venera a la persona (hipostasis) representada en ella».

El VII Concilio salió también en defensa de la necesaria relación entre religión y arte. Si se prohibieran las imágenes en la Iglesia, habría que prohibir todas las formas de arte (arquitectura, música etc.). «Dios es el Artista más excelso». (San Basilio Magno). El hombre, en cuanto artista, es cocreador, o sea colaborador de Dios. Por ello, Dostoiewsky afirma que la belleza salvará al mundo. El Diablo puede decir la verdad, parcialmente, para ocultar sus mentiras, pero no puede crear Belleza.

Desde el Concilio VII, existen dos clases de reglas: unas, que rigen la vida del pintor de íconos y otras, que establecen la forma de escribirlos.

Los íconos no sólo siguen existiendo, sino que también se siguen y seguirán escribiendo mientras exista la Civilización Cristiana Oriental, que hoy todavía carece de formas políticas externas, por ejemplo de alguna forma de «Unión Bizantina», pero que no carece de una vida genuina, de la cual el ícono es su representación más auténtica. +

Igor Andruskiewitsch

(Conferencia pronunciada el 13 de julio de 2000 en Recoleta,
durante la Exposición de Íconos Rusos)

fuente: Santa Sofia. Perspectivas ecuménicas

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